Por fin hemos podido ver la arquitectura completa, de principio a fin. Caballos desbocados, pero rabiosos, alucinados, poderosos. Golpe al corazón. Medir la dosis. Cuánta sal, cuánta pimienta. El fuego en nuestras manos. Respirar hondo, porque quema. Visitas de amigos. Pol con la cola entre las piernas, removido. Coincidimos en el diagnóstico. Con Anna también. No toca ser odontólogo, sino cirujano. A corazón abierto, bombeando, sangrante. A quién no le gusten las vísceras que no se asome al interior. Joana nerviosa, no ha entrado. Marta, al otro lado, sin palabras, agradecida. Los dos polos, las dos pelirrojas, los dos fuegos. Xavi mantiene la calma. El terremoto bajo nuestros pies. Impaciencia. Ansia. Coger el bisturí. El doctor borracho de La Diligencia. El hombre gordo, viejo, débil, que necesita embriagarse para enfrentarse a la vida y a la muerte. Y de eso se trata. Pero hay que buscar la luz, hay que encontrarla, que saborearla cómo sólo pueden saborearla los que nacieron murciélagos. Cada vez más pobre, más austero, sin sedas ni trajes de plástico florescente. Nuevas semillas piden ser disparadas, la prueba de estar embadurnado de savia. Tenemos que buscar la luz. No podemos dejar escapar la luz. Dos semanas para abrir la roca, sacar el diamante. Está en nuestras manos. Es áspera, es oscura. Dos semanas para destrozar la arena sin que quiebre la luz. Cuánta entrega, cuánta ambición. No hay generosidad sin ambición. Muchas dudas, no del dentro sino del fuera. ¿Cómo serán los rostros al otro lado del espejo? ¿Serán rostros de herida, de rabia, de pena, de frío, de compasión, de conciencia? Sé fuerte, toma tierra, deja de perder los cordones por la calle, limpia tu casa, respira hondo, espera, ternura, silencio.