Empezamos con ellos tres, en el patio de mi casa, bajo el sol achicharrante. Siguiendo el ritmo: Un, dos, tres, cuatro. Con las manos y con las orejas. Aprendiendo a escucharse, descubriendo lo que tienen que decirse. Y vemos que queda mucho camino, un desierto con piedras y cactus.
Luego entramos, de nuevo, en el local de ensayo, y fue cómo abrir la puerta de una patada y, con ese ímpetu, ocupar el espacio y empezar a recordar a base de movimientos y gritos; cómo uno de esos polvos adolescentes apresurados en la media hora que falta para que vengan sus padres. Lo que quedó claro es que teníamos ganas, muchas.
Pues a cocinar.
Si hay que elegir un utensilio doméstico, entre el colador y el embudo nos quedamos con el último, por pura necesidad. Hay que encontrar un embudo en cada uno, a través del cuál todo, absolutamente todo, pueda pasar, pero sólo caiga por un agujero, estrecho, redondo. Un embudo en cada cuerpo, un embudo en la suma de los cuerpos.
Las mañanas son más domésticas, las tardes jugamos a tenis. Y, de manera alterna, Helio va recibiendo a cada uno y van tocando, cantando, afinándose.
Julia, Isi y Maxi empiezan a rascar, a encontrar su cuerpo, gracias a Joana, a quitar pieles y empezar desde el principio. Probamos ruidos que no nos sirven, y buscamos otros. Aún hay que encender las luces, tal vez. Aún debemos seguir mirándonos al espejo antes de mirar al público, un poco. Aún debemos abrazarnos, y sentir la ausencia de esos abrazos. Y Xavi y yo empezamos a tranquilizarnos, porque vemos que el terreno es fértil, y que el cielo amenaza chuzos.
Primero nos vamos de fiesta. Montamos una disco. Y bailamos y ligamos unos con otros. Así es más divertido todo. Y de ahí nace el abrazo. Luz verde: Así que entramos en materia densa. Jugamos al dolor. El único cuerdo, el árbitro, Xavi, nos mira a Anna, Joana y yo, boxeando con Julia y Guille, y va tomando apuntes. El circo romano. Mi rabia, tu rabia. ¿Quién quiere ir a los Toros pudiendo ir al teatro? El equipo funciona, somos una jauría pacífica. Échanos lo que quieras, que aguantamos.
Bob Marley se abraza a una de sus rastas, y empezamos a entender cosas. Frank va a fuego lento, cómo debe ser, cómo hace tiempo que lleva siendo. Pero Marcel es valiente, y apunta y dispara. Por muy lento que sea el fuego, debe quemar. Y quema. Fire burnin' El padre, el hijo. Y el Espíritu Santo vendrá otro día. Pero siempre tenemos la música. Y la música empieza a sonar diferente, cuando la llenamos de necesidad.
También hay baches. También hay aprendizajes, no artísticos, sino vitales, porque arrieritos somos y en el camino nos hemos encontrado. Pero es importante saber escucharlos, entender qué han venido a decirnos, y hacernos más sabios con ellos. Y, después de eso, a seguir trabajando. Si aquí no funciona, funcionará allí. ¿Una más? Venga, estamos cansados, pero una más, que será la buena.
Y es la buena.
Y mi socio y yo nos arremangamos y nos enfrentamos a lo desconocido.
Lección: Para enfrentarse a lo desconocido, lo mejor es un buen socio.
Julia conoce a Guille desde la barrera. Y Guille se conoce bajo la mirada de Julia. Vamos lejos. Vamos profundo. Cortamos la maleza. Damos el tiempo. Bajamos al pozo. Y apretamos aún más. Y no es más que gimnasia. Acabamos con el ritmo otra vez, y con un nuevo abrazo.
Y luego nos ponemos farrucos. Insistimos. Una y otra vez. Las mismas palabras. El mismo encuentro. Isi y Julia se descubren ad eternum. Pero así debe de ser, para que sea único de verdad. Para jugar, desde el peligro, desde la necesidad, desde la libertad pura. Y desde el aprendizaje de un oficio que no es instantáneo, que debe hacerse un sitio dentro de uno, a su ritmo, pero nunca sin cuidado. Eo, somos jardineros.
De nuevo, el sacrificio. Esta vez, el sacrificio real. De nuevo, jugamos al dolor. La técnica de la maquina humana. La voz de la caverna. El Toro que mató a Manolete. Frank asoma la pata, con sus uñas, con sus pelos. Se adivina. Llegamos lejos, y entonces es el momento de detenernos. Aún no. Debemos esperar.
Y, hoy, en el día -46, vamos a ver si todo esto tiene algo de sentido.
De aquí a unas horas.
Allí.
Detrás de la puerta.
A ver cómo tenemos el ritmo. No olvidemos: Un, dos, tres, cuatro.