Mañana empieza la
última tanda de ensayos de JO MAI. Bueno, mañana no, cuando salga el sol, de
hecho. Debo escribir unas palabras cómo director sobre JO MAI. Ya sabéis, ese
tipo de cosas que a uno le cuestan tanto, por aquella cosa tan obvia de que si
me fuera fácil escribir sobre lo que dirijo no tendría la necesidad de
dirigirlo.
Total, que eso me ha
obligado a echar cuentas.
Y hostias.
Eso me ha hecho
descubrir que hace más de diez años que llevo dentro estas ganas devoradoras de
abrir el Bar Amparo.
Lo sé porque
recuerdo que un día la que hoy es la madre de mi hijo, que tiene diez años y
por aquel entonces aún no lo habíamos ni siquiera gestado, me dijo, al pasar
delante de un teatro: “De golpe me he imaginado que estaban anunciando BAR
AMPARO”.
(BAR AMPARO era el
primer nombre, o uno de los primeros, que barajaba para lo que ahora llamaremos
JO MAI)
Eso indica que, ya
por esas fechas, debía de estar dándole suficientemente la brasa con mis sueños
cómo para convertirlos también en los suyos.
¿Cómo puede ser que
haya tenido tanto tiempo dentro de mí las cuatro paredes de este tugurio y
hasta ahora no me haya atrevido a compartirlo y sacarlo fuera?
Tal vez, no sé,
solamente es una suposición, pero puede que sea una cuestión de forma y fondo.
El Bar Amparo es ese
lugar que levantas, con lo que tengas a mano, con lo que sea, para protegerte
de las tormentas del mundo exterior. Es el pasado que debes limpiar, sobre el
que debes construir, para poder tener unos cimientos fuertes desde los cuales
crear un futuro. Es ese lugar sagrado donde sólo puede entrar la familia que tú
escoges que sea tu familia, los que sabes que verdaderamente van a cubrirte las
espaldas y a proteger esa ermita en la que nadie más debe osar entrar.
La última vez que
estuvimos todo el equipo de JO MAI juntos, leyendo, tomando té y charlando en
mi patio, me di cuenta de que estaba empezando a envidiarles: No es sólo que
les viera implicados en la historia, es que podía percibir su necesidad extrema
de contarla, y tuve la certeza de que no pasaría mucho tiempo hasta que el BAR
AMPARO fuera más suyo que mío.
Lo mejor del caso es
que eso me dio mucha tranquilidad. Porque sé que el BAR AMPARO, con ellos, está
en muy buenas manos.
Y por eso sé,
profunda, radicalmente, que es ahora, y no antes, el momento de contar esta
historia.
Ahora o nunca:
JO MAI.
(fotos de Helio Reguera, que se sepa si las usas, maifrén)