Escribí JO MAI desnudándome totalmente, dándole la vuelta a mi piel cómo un calcetín.
Y así es cómo la hemos levantado, desde que a mediados del 2012 nos empezamos a encontrar por primera vez con el equipo hasta ahora. Ya hace dos años de eso, dos años de compartir entre todos tanta intimidad, y de encontrar la manera de sacarla de nosotros y dejarla en un escenario.
Levantamos JO MAI pensando en los Franks, Isis, Maxis, Julias, Guilles, de nuestras vidas. Que podríamos haber sido nosotros si no hiciéramos teatro, que no vienen casi nunca a vernos, porque tienen otros menesteres, y porque, al contrario que la música, que el cine, que los tebeos o que el vandalismo puro, sienten que el teatro les ha dado un poco la espalda. Levantamos JO MAI despertando a los Franks, Isis, Maxis, Julias, Guilles, que guardamos dentro de nosotros.
Y ahora, por fin, hemos compartido todo esto en un lugar, una casa, el Teatre Lliure de Gràcia, nuestro Bar Amparo durante tres semanas, con toda la gente que ha querido entrar a vivir con nosotros durante un rato.
Calculo, así, mal y pronto, que en esta etapa deben haber visto la función casi 3,500 personas.
He estado en prácticamente todas las funciones. He intentado observarles a todos, saber quienes son esas personas: Jóvenes adolescentes que no han pisado un teatro en su vida, intelectuales de mirada inquisitiva, chavalada que podría ir al Primavera, señoras de postín y parejas con posibles, colegas de profesión curiosos, institutos, chavales en riesgo de exclusión social, fans ilusionadas, algunos de nuestros héroes del teatro, estudiantes de interpretación con mucho hambre... Etcétera, etcétera.
Es decir: Mezcla.
Mucha mezcla.
Y a esa mezcla de gente, con su atención, con su ceño fruncido, con sus comentarios en plena escena, con su mirada de asombro, con sus móviles sonando y las miradas de reproche de los de al lado, con su boca abierta, sus aplausos, sus risas, sus giros de cabeza a uno y otro lado, sus sustos, sus incomprensiones, sus catarsis, su mirada de gratitud, su coger fuerte la mano de su pareja, su inclinarse para ver mejor algún detalle escondido o su señalar al compañero que ha descubierto algo que sucede en segundo plano, a ese magma de público, esa suma de diferencias, sólo podemos tenerle una profunda gratitud. Porque nos ha ayudado a entender mucho más esta aventura en la que nos hemos embarcado. Porque gracias a que han querido compartir esa intimidad y, de una manera o de otra, por unos momentos, la han hecho suya también, hemos crecido dentro del Amparo del Lliure tan rápido como niños enfebrecidos.
JO MAI es una obra de teatro, sí. Pero también es nuestra vida.
Eso es lo que le hemos ofrecido a todos los que han entrado por la puerta del Bar Amparo: Vida.
Y eso es lo que hemos recibido de vuelta, con creces. Mucha vida.
En nombre de toda la compañía, y en nombre de Frank, Isi, Maxi, Guille y Julia:
Gracias.